Por: Héctor Arenas
El jueves 9 de abril una marea humana desfiló en Bogotá desde el Centro de la Memoria hasta el Parque Simón Bolívar. Era el día de las víctimas, de su memoria, convertido por la fuerza de los hechos en una acción social por la paz. Por primera vez el gobierno Distrital declara día cívico para sus funcionarios y estudiantes, facilitando su participació en este tipo de actosn, la cual destacaba por sus chaquetas blancas. ¿De la protesta social al testimonio mudo institucionalizado?
Decenas de millares de seres humanos diversos caminaron el 9 de abril desde la memoria hasta la ‘naturaleza’ acompasados con un solo palpitar en los corazones: paz, paz, paz. Paz en La Habana, pero con paz en las veredas, en los barrios, con la construcción cotidiana de la paz, paz con el pan y la cultura compartidas, con el respeto a cada ser como práctica cotidiana.
En esta marcha, las mujeres brillaron como el sol que acompañó la marcha: “mujeres si señor, de Colombia lo mejor”, cantaban mientras sus pasos recorrían los kilómetros y kilómetros que median entre el Centro de Memoria Histórica y el Parque Simón Bolívar. Una variación en las rutas tradicionales que significó un formidable acierto del alcalde Petro. Una marcha que significó un esfuerzo notable, pero satisfactorio esfuerzo para los mayores, las personas que hicieron el recorrido en sus sillas de ruedas, y los hombres, mujeres y niños que atravesaron valles y montañas, cruzaron selvas y vadearon ríos para expresar su clamor de paz y su necesidad de trocar el miedo a las balas y las bombas por la concentración en la siembra y el cuidado de sus cultivos. La ruta permitió a este pueblo humilde y olvidado, pero fuerte y determinado, que vino con escaso alimento y agua, observar y medio conocer el hábitat de los ciudadanos bogotanos.
Los jóvenes dejaron claro, y con ellos reverdecen la esperanza de quienes han llegado al otoño de la vida, que su conciencia está clara y limpia, y que su sentido de organización y su espíritu de unidad gestaran hazañas impensadas en la senda ardua hacia la paz genuina. “Juventud Rebelde”, “Hijas e Hijos”, los jóvenes en los que Bolívar es ejemplo y Gaitán símbolo que ilumina, pusieron el ritmo de la marcha, el ritmo del corazón, del tambor uterino, de la fiereza martiana y la energía colectiva.
La pluralidad de la paz y de la memoria
Caminando Carlos Vicente de Roux, uno de los dos candidatos del Partido Verde a la alcaldía de Bogotá, nos compartió su “razonable optimismo” en un proceso de paz y unas negociaciones a las que “no se les debe exigir resultados inmediatos, porque es necesario tener en cuenta la complejidad de un conflicto con más de cincuenta años de duración”.
Sobre Jorge Eliecer Gaitán, caminando, Carlos Vicente, nos dice: “Gaitán fue un pionero formidable en la tarea de reunir los anhelos populares y fue profético en la tarea de abrir la participación de los sectores populares en la construcción de su porvenir. Si hubiese llegado a la presidencia, pese a las eventuales limitaciones de su programa, habriamos tenido un país no desangrado, un ejemplo de democratización temprana en América Latina, una nación más justa. Su apuesta por los caminos de la paz hacia el poder estatal debe ser recordada en todo su infinito valor”.
El sol arrecia, y debemos buscar una sombra para protejernos. Sin mucho tiempo para buscarla, logro una cachucha que no lleva el logo de Santa Fe ni el de Millonarios, y continuamos esta tarea fascinante de escuchar la maravillosa diversidad hoy reunida. Maritzé Trigos, es francesa y ha trabajado en Colombia durante años, con esa labor abnegada y sin vitrinas en la cual se enraízan los más hermosos frutos colectivos. “Esta marcha es un signo de la unidad popular soñada por Camilo Torres. La paz no se hace en un momento, es indispensable la organización popular y la democracia participativa, una economía justa, y una vasta recuperación del proceder ético en todas las esferas, ética para la paz y la paz con ética, en eso trabajamos”.
Patricia Ariza, la mujer excepcional que ha consagrado la vida a la cultura compartida como factor decisivo de la dignificación de nuestro pueblo, aparece en el camino, y nos dice: “Estamos muy cerca de llegar al punto irreversible de la paz, pero llegar a ese punto depende de nuestro trabajo”. ¿Y Gaitán?, le preguntó, mirándo a sus bellos ojos, y Patricia responde: “Estos días he pensado mucho en mi padre que era artesano Gaitánista”. A buen entendedor… ¿Cuántos hombres justos, acompañaron a Gaitán?, ¿cuántas mujeres y hombres justos formaron hijas e hijos para el decoro de esta patria nuestra? Una audaz joven estudiante de colegio nos alcanza a escuchar y mientras coloca una pegatina en un escudo de un policía, nos dice: “Si a Gaitán le hubiesen permitido vivir, tendríamos una vida mejor, con nuestros derechos respetados”.
Hace años escuchamos a Donka en una reunión de las izquierdas en una sala del barrio Teusaquillo y me impresionó su fuerza y su claridad. Ahora la encontramos junto al monumento de Gaitán en la calle 26 y le preguntamos por el proceso de negociación, y responde: “Bien, avanzando. Pero hay que abrir la participación. Es fundamental para que el proceso se complete, mantener la movilización por la paz. Esta marcha formidable revela que nadie podrá lograr la paz solo, ni nadie podrá conducir este proceso solo. Todos somos necesarios, precisamos una paz con todos los colores”. Y Gaitán, le preguntamos, y ella dice: “Tenemos el pacto Gaitán, estamos trabajando en un pacto generacional, reuniendo memoria e ímpetu, sed de saber y experiencias”.
Con el rabillo del ojo alcanzamos a ver a José Antequera, y le hacemos una seña para que nos conceda un par de minutos en medio de este rio tumultuoso de una multitud ya inmune a la miserable propaganda de los que derivan su existencia, que no su vivir, de la guerra, y José siempre cordial se detiene y nos comparte: “La mesa de negociación recibe hoy un extraordinario y deseado impulso. Los que se oponen a la paz han construido durante lustros una maraña jurídica contra la paz, y favorable en cambio a la impunidad. Pero los movimientos sociales, con su expresión contudente y unánime en favor de la paz, señalan que nos hay obstáculo que no se pueda remover. Y que en el camino hacia la paz no hay imposibles.
Gaitán es la memoria de un grito silencioso que desnudó el país político, hoy se expresa el país nacional, el sentir popular y se expande la conciencia del inmenso daño que se causó a nuestra nación al truncar con la violencia la democratización que Gaitán encarnaba”.
El sacerdote Francisco de Roux realizó una extraordinaria gesta de paz en el Magdalena Medio y también ha consagrado su vida a esta causa colectiva de varias generaciones que hemos vivido en medio del horror de la guerra y la miseria. Recordamos con hondo respeto y aprecio eterno su respaldo decidido a un hombre tan menudo como él, tan gigante como él: Javier Giraldo. “Estamos en un momento muy serio del proceso hacia la paz. Pero el proceso es fuerte, es sólido. Estamos en un momento definitivo para los acuerdos en tres ejes decisivos: Verdad, Justicia y Reparación.
Considero de enorme importancia la carta del Papa Francisco invitando a tres cosas: a construir una sociedad más justa y fraterna, luchando contra toda forma de injusticia, inequidad y corrupción. En segundo lugar a comprender que la paz es un proceso, y no se agota en un momento. Hay que arriesgarse a cimentar la paz desde las victimas, restaurando su dignidad, construirla desde los excluidos, los marginados. Y, en tercer lugar, que la iglesia ha de ser hospital de campo. No olvidar la alegría de tener presente al príncipe de la paz, a Jesucristo, el que hace posible la reconciliación en medio de tantas divisiones. Cada uno de nosotros, cada espacio, debe convertirse en espacio de paz para las victimas y los victimarios, que cada uno de nosotros, cada parroquia, cada espacio, sea espacio de sanación, donde sea posible darse cuenta del daño sufrido y causado, donde sea posible experimentar el arrepentimiento, y también el perdón”.
John es un joven caleño, que se destaca por su capacidad organizativa de jóvenes desde su trabajo en Cali y ahora en la Secretaria de Integración Social, marcha con su hermosa novia: Jeny, y los dos nos conceden un instante para compartir sus impresiones: “La movilización de hoy es una muestra de que el proceso está llegando a buen termino. Confluyen en ella, de manera asombrosa, múltiples procesos sociales e institucionales con un solo sentir: cese del conflicto armado y construcción de paz en la vida cotidiana. ¿Gaitán? ¡Nuestro ídolo, nuestro guía!”.
Sin olvidar
Caminamos cerca del lugar donde el nueve de abril de 1948 arrojaron centenares de cuerpos acribillados por armas oficiales bajo órdenes de Mariano Ospina, presidente de aquel entonces. Hombres y mujeres, mayores y jóvenes que enloquecieron de dolor cuando un sicario delirante fue utilizado por los hombres que acordaron cegar la vida de Gaitán que se perfilaba ya como próximo presidente de Colombia.
Encontramos una mujer que admiramos por su lucha titánica de lustros: Tatiana Roa, que ha consagrado su vida a las causas ambientales en Colombia, y nos brinda su palabra: el proceso de negociación lo entendemos como solución política a un alzamiento en armas de las insurgencias. Hay un clamor de los movimientos sociales porque el proceso tenga completud y se incluya al Eln. La finalización del conflicto armado hará visibles conflictos económicos y ambientales. Hay un modelo económico que es violento y es indispensable dar el paso a variar ese modelo, con base en la organización popular”.
Aún no hemos desayunado y son casi las once de la mañana, el hambre y la sed se dejan sentir. No ha sido fácil contemplar la gente que ha venido de las regiones y sin un céntimo en el bolsillo esperan un refrigerio que no acaba de llegar. Entre la multitud encontramos un compañero de estudios a quien conocímos en 1980, cuando ambos comenzábamos la carrera de Jurisprudencia, un vallenato lúcido que ahora realiza una labor formidable, haciendo mucho con poco, dirigiendo el Archivo Distrital. Gustavo Ramírez, me convida una bebida y un par de arepaehuevos que calman el estomago y despejan la mente. Nos brinda su reflexión sobre el proceso de paz: “Creo que los diálogos y la negociación fueron muy bien planteados en su metodología y por eso sus resultados hasta ahora existosos. Ojalá puedan acordar un paso esencial muy pronto: el cese bilateral de fuego”.
Sobre Gaitán: “Hay que reinterpretar el nueve de abril para no volver a asesinar a los verdaderos héroes, para que renazcan sus sueños y sus logros, para que se irrigue su ejemplo. Hay que recordar, no el asesinato, sino los ideales del asesinado, el sentido de su lucha, su firmeza en adelantar su colosal batalla contra el régimen oligáquico en el marco de la Constitución, declinando el uso de la violencia aunque estaba en sus manos acudir a la legitima defensa de un movimiento perseguido bajo el signo del exterminio. Hay que recordar sus ideales y dar a conocer la forma en que sirvió al pueblo de sus desvelos”.
Resistencia y acción múltiple
A Eduardo Carreño y a Soraya Gutiérrez, les conocí gracias a la invitación que me hizo el amigo madroleño Antonio Girón para que le ayudase a editar un libro que elaboraba sobre la asombrosa gesta de un organismo de derechos humanos que con su valor y su talento jurídico han merecido el reconocimiento y la admiración nacional e internacional: el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo. Sus ideas son precisas y valiosas en este enriquecedor mosaico que hoy tenemos el privilegio de registrar.
Eduardo: “El proceso de negociación lo contemplamos con esperanza. Lo clave es que no se levanten de la mesa. Hay un problema delicado: el resto del movimiento guerrillero está por fuera, y el paramilitarismo que no negoció su entrega, está por fuera. Hay temas específicos que tienen que ver con la justicia y deben ser conocidos y enriquecidos con el aporte ciudadano. También es muy importante que se consolide el proceso de organización popular que exija el cumplimiento de los acuerdos que se hagan, y que las garantías de no repetición se establezcan”.
Soraya: “Lo que uno percibe en este momento en el proceso de negociación es mucha presión por parte de sectores duros de las fuerzas armadas. Eso lo evidencia la renuncia de los generales que asesoraban a Mora y el retorno de éste a La Habana. Pareciera, entonces, que no hay voluntad de reconocer la participación de las fuerzas militares en la persecución de la diferencia, ni voluntad de modificar la estructura de las fuerzas militares en función de un escenario inédito en nuestra historia: un nuevo tiempo sin conflicto armado fratricida. Estas circuntancias entraban la dinámica de la mesa de negociación, la polarizan”.
“Gaitán rompe la historia de Colombia. Es un pionero en América Latina en la construcción de un orden social desde las bases. Identificó y le enseño a su pueblo a identificar el régimen oligárquico y enfrentarlo. El asesinato de Gaitán en 1948, es un punto culmen del proceso de exterminio del movimiento gaitanista, un barbaro proceso iniciado desde 1945″.
El país más allá de Bogotá
Camino junto a la multitud a lo largo de la calle 26. Impresiona el colorido de la marcha. Es grato contemplar a las wiwas, las wayuu, los nasa, los kogis, los muiscas, las emberas, la raíz nativa de nuestra tierra. Le pregunto a una bella mujer wayuu, dinos por favor la palabra wayuu para la paz: wapuswüwa anotun ti maaka, ¿qué traduce?, le digo, y nos contesta: “Todos construimos la paz”. La palabra paz en wayuu no se puede expresar sino como construcción de paz, construcción colectiva de paz.
Palabra que nos retrotrae en el tiempo. Imposible no recordar en este momento a Jaime Garzón, cuando nos recordaba su trabajo de pedagogía constitucional con el pueblo wayyu y la comunidad le tradujo el articulo 12 de la Constitución que señala: “Nadie será sometido a desaparición forzada, a torturas ni a tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes”: y en la traducción wayuu la redacción quedaba así: “Pedazo, diez- dos: Nadie podrá llevar por encima de su corazón a nadie, ni hacerle mal en su persona, aunque piense y diga diferente”. Con ese articulo que nos aprendamos, decía Jaime Garzón, con ese artículo que nos aprendamos, salvamos este país.
Marchamos y en nuestro corazón habitan tantos que nos faltan, que nos fueron arrancados: Manuel Cepeda, José Antequera, Luis Eduardo Guerra, Tirso Vélez, Iván Villamizar, y millares de hombres y mujeres cuyo único delito fue su compromiso vertical con la demanda de justicia a un pueblo humilde, burlado una y otra vez, condenado al hambre y la ignorancia, a la ausencia de salud y el techo precario, a la publicidad frustrante en lugar de la cultura que da alas.
En el camino aparece Mónica, una periodista que trabaja con la radio de la Universidad Distrital, está entrevistando al profesor Moncayo, a quien en un instante le rodea una pequeña multitud que recuerda y aprecia su heroíca batalla por la libertad. Le pregunto a Mónica por su apreciación del proceso, y nos comparte: “con la esperanza y el sentimiento de que ya es hora de que los colombianos por fin podamos ver algo de ese sueño largo tiempo postergado: la paz”
El profesor Moncayo termina de saludar a quienese se le han acercado, y nos dice: “Como caminante de la paz me siento muy orgulloso de estar en esta marcha. Siento que el trabajo nacional e internacional que adelanté en su momento, rinde frutos de diversas maneras. Mi trabajo actual es en pedagogía activa por la paz”.
“La paz viene del vientre”
Un grupo de campesinos e indígenas de Arauca camina en el recodo por el cual la marcha se enrumba en dirección al norte, y dos de ellos nos comparten su apreciación sobre el proceso con ese lenguaje sencillo, claro y directo de los seres humanos que forjan su conciencia en el trabajo con la tierra: “¡Estamos mamados de la guerra, de la ultraderecha y de la ultraizquierda¡ Queremos la paz porque tenemos cincuenta años de guerra, queremos que Dios meta la mano para que la negociación salga adelante por nuestra gente, por la naturaleza, por el agua. ¡Donde hay asentamientos negros, hay abandono! La paz debe ser con justicia, porque sino queda vivo el caldo de cultivo de la guerra”.
Una mujer que les acompaña, interviene: “Que sigan los diálogos para que podamos tener paz y no haiga más guerra. Que mejor haiga tranquilidad” Que consideración tiene de Jorge Eliecer Gaitán, le pregunto, y la mujer nos responde: “no le conozco”. Una joven a su lado dice: “Me parece que una vez lo mencionaron en la escuela, pero no sabemos quien es”.
Pasa un grupo de jóvenes entonando una canción que levantó los corazones en la tarima montada en la calle 26: “Por las calles en cada esquina, se ve la lucha como germina. No nos roban más la alegría, resistimos todavía”.
A Lucho Acosta, líder de la Guardia Indigena caucana, le saludé por primera vez en la estremecedora movilización social que tuvo lugar el 6 de marzo del 2008, cuando el movimiento de victimas de crímenes de Estado, el liderazgo de Iván Cepeda, y la conciencia colectiva de un asombroso tejido de organizaciones sociales, lograron un imposible: organizar una expresión conjunta que mostrara al país la diferencia, la otra cara de las cosas, la existencia de un movimiento social que no por exigir justicia podía ser estigmatizado como terrorista, como fue la pretensión de la campaña de odio instaurada por quien aún insiste en una guerra que no libran directamente, pero les rinde mezquinos beneficios de todo orden.
Lucho nos comparte su apreciación sobre el proceso y sobre Gaitán: “Es una esperanza para el país. La mesa es un espacio para armonizar, un espacio que irriga la esperanza de terminar la guerra que sufrimos y hemos sufrido. Para nosotros el tema de la tierra es fundamental. Desde el año 1971 estamos en la lucha por la recuperación de la tierra. Con los campesinos y las comunidades afro compartimos esa necesidad de la tierra, que es un tema decisivo para alcanzar la paz.
Ojala logren pronto un acuerdo de cese bilateral del fuego, porque les permitirá avanzar con más confianza en los otros puntos.
Para nosotros Gaitán es un grito de rebeldía frente a la injusticia y la barbarie, es un símbolo, un ejemplo para nuestros pueblos que quieren la vida y luchan contra la injusticia”.
Una mujer wayuu pasa al lado, y exclama en voz alta para que Lucho y todos los allí reunidos oigan: “La paz viene del vientre”…. pienso que esta sóla expresión debería ser reflexionada por toda la marcha y por la mesa de negociación. ¿En qué condiciones crecen hoy los bebes en los vientres? ¿En paz y sosiego? ¿En abandono, angustia, hambre y conflicto? ¿Cómo discurren sus primeros años? ¿Entre carencias, penurias, insultos y golpes? ¿En labor serena y alegría?
En medio de la caminata irrumpe una mujer cuyo rostro me resulta conocido, la miro a los ojos, y ella dice: “¿Cuántos años han pasado? Es Katlyn Declerrq, una extraordinaria mujer belga que ha consagrado su vida a la niñez, a la defensa de una niñez asediada por los maltratos y los abusos tempranos. Recuerdo grato la calidez con que nos recibió un medio dia dominical en su hogar en Bruselas, cuando intentaba comprender por qué el lenguaje de la Unión Europea de defensa de derechos humanos no se traducía en una exigencia real de frenar los crímenes y los atropellos cometidos por agentes de estado del gobierno de Uribe Vélez.
Katlyn nos comparte su apreciación del proceso y sobre Gaitán: “Bastante positivo, uno de los más profundos a diferencia de los demás. En este proceso se aprecia que la sociedad civil está mucho más involucrada. Se ha abierto la conciencia de que todos aquí necesitan la paz: y es necesario construir el camino conjunto que permita alcanzarla.
Gaitán es una figura que todavía unifica al pueblo colombiano”.
Alirio Uribe Muñoz, quien presidio el Colectivo de Abogados y resultó electo a la Cámara de Representantes en el 2014, no descansa. Su sentido ético, su valor, y su compromiso con la construcción colectiva, son ejemplares. Es valioso conocer su impresión sobre la marcha: “¡Espectacular! Muy nutrida y con una presencia asombrosa de los jóvenes. Un respaldo claro al proceso de paz, y una expresión inocultable de una Colombia que quiere un país diferente y está dispuesta a laborar para lograrlo”.
Al escucharlo, recuerdo los años de estudio en la facultad de Jurisprudencia y la devoción que experimentábamos por el estudio de la Justicia y el Derecho. La belleza que alcanza una sociedad capaz de encausar y resolver sus conflictos en el marco de unas normas básicas de respeto. El sano orgullo colectivo de librar fieras contiendas donde la razón y la elocuencia ocupan los escenarios que se convierten en espacios de pedagogía ciudadana. Y en contraste, la pena infinita al contemplar una comunidad en la que el insulto y el atentado han sido los medios de imposición de los intereses de la minoría. Una comunidad en la que se aturde a la gente para que no piense. Hay una vasta tarea colectiva para construir una forma de vida colectiva del tamaño de nuestros mejores sueños.
En la sombra
Finalmente llegamos al verde sosiego del Parque Simón Bolivar, se siente la pureza del aire germinado en sus arboledas. La multitud se tiende, comparten como Jorge Cáceres, el amigo martiano, las bebidas que refrescan; colocan sombrillas que protejan del sol aún inclemente.
Antes de que comience el concierto decido regresar a casa para transcribir las notas de este mosaico de respuestas. En el camino encuentro al Alcalde Mayor que camina casi al final de la marcha, y no puedo evitar la tentación de solicitar su impresión sobre este acontecimiento: “Esta asombrosa marcha significa no sólo un respaldo claro al proceso de paz, sino la expresión de una ciudadanía que construye y anhela construir la paz. Hay un inmenso movimiento ciudadano integrado por nuevas ciudadanías que no cabe ya en los moldes del odio. Hay un caudal cultural que ha abierto la era de la paz. Y en esto, no hay retorno”.
Casi a punto de tomar el autobús para retornar al centro de la ciudad, diviso a Iván Cepeda Castro. Iván es una cristalización de lo mejor de nuestro pueblo. Su tremenda sencillez aurea su formidable y veloz capacidad de análisis. Preguntamos por su impresión sobre la marcha, y nos dice: “En primer lugar, esta marcha significa un respaldo masivo sin precedentes al proceso de paz. Un respaldo masivo integrado por diversos sectores sociales y políticos que se expresaron en Bogotá y en diversos lugares del pais. En segundo lugar, es necesario tomar nota de la irrupción de nuevos actores, nuevas subjetividades colectivas tanto en el escenario de la paz, como de la construcción que se avecina: “Juventud Rebelde”, “Marcha Patriotica”, las nuevas ciudadanías fortalecidas en Bogotá por la administración Petro. En tercer lugar, aparece muy clara la necesidad cierta de variar el modelo económico para que responda a la construcción de la paz, y la exigencia de las victimas de variar los discursos y las expresiones de condolencia por una institucionalidad y unas políticas públicas que reparen lo que se puede reparar y respondan a sus necesidades impostergables. En cuarto lugar: es manifiesta la necesidad de terminar con el vacío que significa la ausencia del Eln en el proceso de paz. Y en quinto lugar, es imprescindible relevar la tremenda importancia de la cultura en el proceso de paz y en la construcción de la paz”.
Voces diversas, realidades y sueños que caminaron juntos durante este 9 de abril que ojalá no quede como uno más, sino como el reflejo y la clara expresión de paz de una sociedad dispuesta a jugarcela por ese sueño.
Con esa esperanza en mi mente, recorriendo en ella todas las imágenes que me regaló esta marcha, ahora sí puedo tomar el bus rumbo a casa, para trascribir y organizar la nota sobre las víctimas del prolongado desangre colombiano, de la guerra sin descanso que han tenido que sobrellevar tres o cuatro generaciones de connacionales, del recambio generacional que está viviendo la resistencia popular, expresada en esta marcha en la sabana andina, anhelantes de paz, pero con justicia e inclusión social.