Bogotá D.C., mayo 19 de 2015.- Entristece mucho ver al cabo Ávila sentado en una cama sin sus dos piernas, pero ver la fortaleza con que asume su tragedia al decir "agradezco que fui yo y no un niño quien pisó la mina", eso conmueve el alma. Es paradójico, en medio del dolor y la indignación de esta tragedia, el mismo cabo Ávila es quien da la esperanza que el país necesita. Sin duda este militar con su bondad, valentía y fortaleza refleja lo mejor que tiene este país, si queremos un héroe no hay que buscarlo en la televisión, ahí tenemos uno de verdad.

El cabo Ávila es una de las 79 víctimas por minas antipersona que van en 2015 en Colombia y que se suma además a las más de 11.000 que van desde 1990. Para que nos entendamos, este dolor del cabo Ávila que tanto nos ha conmovido, multipliquémoslo por 11.000 y ahí tenemos el horroroso drama de niños, jóvenes, mujeres y adultos mayores muertos o mutilados por las minas antipersona, familias enteras sumidas en el dolor que nunca volvieron a ser las mismas.

Aunque es de resaltar que con lo sucedido a nuestro héroe el país se ha sensibilizado con este drama, el tema de las minas merece de toda nuestra atención. En Colombia, de los 1.123 municipios hay minas antipersona en 688 de los mismos, siendo el segundo país del mundo después de Afganistán que mayor reporta esto situación. Es así que en los campos colombianos hay decenas de miles de minas sembradas esperando que un niño jugando llegue a ellas o que mujeres campesinas se las encuentren.

Es por esta razón que considero que lograr un proceso de desminado serio y efectivo será el primer hecho de paz real tangible de la mesa de La Habana y ese hecho me motiva a mantener el apoyo. Comenzar a desminar el país es urgente y a pesar de la desilusión e indignación que los hechos recientes de violencia nos generan, pienso que aún vale la pena insistir en la paz.

Hoy los colombianos le decimos a las FARC y a el ELN que no se equivoquen, que el país y este Gobierno les han abierto una puerta para hacer la paz y dejar las armas, pero nuestra paciencia se acaba y con ella nuestro tiempo. El país está esperando ilusionado hechos reales de paz pero no que nos respondan con minas y bombas.